Divulgadora y apasionada del arte.
Bailar beneficia cuerpo, mente y alma. Catarsis, sana autoestima, libertad y coordinación son algunos beneficios que adquirí con la danza. El día que mi mamá me llevó a mi primer clase de ballet yo tenía 4 años. No sé si antes ya me gustaba bailar, nunca le pregunté que motivó su decisión. Probablemente para ella era importante que tuviera una disciplina desde pequeña; tal vez solo buscaba una actividad que me alejara de ver televisión. Mi única certeza es que el mundo de la danza me atrapó desde ese primer día y no me ha dejado ir.
La danza es fascinante; quienes gozamos esta pasión intentamos conocerla hasta las entrañas. Bailar es una conducta instintiva; presente en el ser humano desde su origen mismo, desde simples movimientos espontáneos, a bailes y coreografías complejas. Es una actividad altamente motivante con efecto catártico. Prácticarla desde la infancia marca una gran diferencia en las personas.

Mejora las capacidades perceptivo-motrices, desarrolla una sensibilidad especial, permite que fluyan los sentimientos con total libertad. Mejora su autoestima y reduce síntomas de estrés o ansiedad, aumenta su confianza en sí mismo e impulsa su creatividad.
A partir de los dos años se recomiendan actividades que fomenten el movimiento y la coordinación. Técnicamente son clases de expresión corporal o de iniciación a la danza.
Durante las primeras etapas de la infancia la práctica dancística debe desarrollarse en un ambiente lúdico, libre y creativo. Motivados mediante juegos, teatro y proyectando sus emociones con libertad, inyectándoles la técnica poco a poco.
Capacidades perceptivo-motrices: los sentimientos fluyen con total libertad
Psicólogos han observado esbozos de danza en niños a partir de los 18 meses de edad. Algunos bebés se mueven al escuchar música instintivamente. A partir de los dos años se recomiendan actividades que fomenten el movimiento y la coordinación. Trabajar su capacidad para ejecutar movimientos generales, cambiar la posición del cuerpo y mantener el equilibrio. Así como la capacidad para realizar movimientos más concretos, como actividades que requieren coordinación ojo-mano y coordinación de los músculos cortos. ¡Que mejor para esto que la danza!
El baile desarrolla una sensibilidad especial en los pequeños, permite que fluyan sus sentimientos con total libertad. Ayuda a mejorar su autoestima y reduce síntomas de estrés o ansiedad, aumenta la confianza del niño en sí mismo. La danza en los niños genera sensación de libertad, se desenvuelven en un ambiente donde su creatividad es impulsada y bienvenida.
La forma correcta de introducir a los niños en la danza es con amor y libertad
Durante las primeras etapas de la infancia la práctica dancística debe desarrollarse en un ambiente lúdico, libre y creativo. Técnicamente son clases de expresión corporal o de iniciación a la danza. En el último período, las clases son estructuradas, instructivas y disciplinadas.
Los alumnos se divierten y experimentan usando su imaginación. Motivados mediante juegos, teatro y proyectando sus emociones con libertad, inyectándoles la técnica poco a poco. Su elasticidad se trabaja con cuidado y paciencia rompiendo con la vieja escuela; donde la disciplina era lo principal y trabajar la elasticidad era la pesadilla de todo alumno, se trabajaba de una forma más dura y forzada.

El pasado que sirva para no repetir los errores y lo dejamos atrás. Ahora que soy maestra, le digo a mis alumnos: «la danza se hace con amor y libertad, siempre cuidando la técnica, pero no con miedo». Al trabajar la elasticidad respiran profundamente y entienden que la constancia y determinación los llevará a mejorar su técnica.
Eligir el baile adecuado es primordial para permanecer en la danza
Así como una persona, la danza ha pasado por tantas etapas, evolucionando de forma única y trascendental. Hay tantos tipos de bailes, como personalidades. Los adultos debemos mantener la mente abierta y ayudar a nuestros niños a detectar cual es el baile que les apasiona.

Por lo general las niñas inician estudiando ballet; consiguen bases y fortalezas imprescindibles para continuar en la danza, sin embargo no todas permanecen. Algunas alumnas deciden abandonar el ballet, porque no las satisface o porque buscan algo con más libertad. La buena noticia es que la danza tiene distintos estilos para que los niños exploren y encuentren su pasión.
3 tipos de baile para que los niños exploren sus habilidades y pasión
Ballet: sinónimo de estética y fuerza
El ballet clásico es una disciplina artística, adaptándose a cada época, siempre como símbolo de estética. Arte que expresa la suavidad, y al mismo tiempo es tan enérgica como doliente. Considerado aristocrático por su finura y perfección; el bailarín puede representar al personaje más silvestre y aun así siempre verse elegante en el escenario. La agilidad y fluidez con que se mueven los bailarines, es percibida como si no costará esfuerzo, nada más incorrecto.

Pararse correctamente en ballet requiere minúsculos movimientos simultáneos en todo el cuerpo; pierna, glúteos, abdomen, hombros, brazos y cuello se ajustan como piezas de rompecabezas en un segundo. Una postura que parece natural, toma tiempo y esfuerzo. El dominio corporal que necesita todo bailarín es básicamente codificado por el ballet clásico del romanticismo.
Danza contemporánea: la revolución del baile
La danza contemporánea proviene de la energía personal, llevando el movimiento a cada parte del cuerpo. El cuerpo humano se convierte en un instrumento de expresión emocional; es pincel del bailarín para contar su historia con libertad. Este movimiento nace como la reacción en contra de las posiciones o movimientos estrictos del ballet clásico. Coreógrafos, deseosos de alejarse de la reputación de baile «intelectual» del ballet, contribuyeron a popularizar el baile moderno.
Mientras el baile clásico se considera una variación gimnástica en grupo, el baile moderno favorece la libertad del bailarín como tal, alejándose de cualquier código y medida académica. Juega con el cambio de ritmo y la improvisación de la danza.

Danza sin etiquetas: enriquecida por cada una de las técnicas de danza que existen
La danza evoluciona al ritmo del ser humano y cuenta su historia: ahora es libre y difícil de etiquetar. Veinte años atrás sólo conocíamos el ballet, salsa, danza contemporánea, flamenco, entre otras pocas. Ahora existen variaciones infinitas. Tantas, que cuesta etiquetarlas; y está bien, no nos interesa ponerle nombre, así de libre es la danza hoy. El bailarín siente control de su cuerpo y seguridad en sus pasos. No importa si eres quien salta más alto, quien hace más giros o el que tiene más elasticidad. Retamos a las normas, mezclamos elementos de distintas técnicas, usamos las herramientas necesarias para contar nuestra historia.

Esta nueva oleada de estilos invita a todo aquel que quiera bailar; sin pensar si eres muy joven o muy viejo para hacerlo. Sin tabúes, ni miedo a ser criticado. El espectador asume su responsabilidad, alimentando al exponente con energía y fuerza a través de sus aplausos y ovaciones.
Si desde pequeños inculcamos a nuestros niños disciplinas artísticas, tendremos generaciones que controlen su cuerpo y mente. Personas más libres, creativas, seguras de sí mismas. Hoy en día es importante tener una vía de escape, algo que nos ayude a desconectar del mundo y los problemas, la danza tiene esta función.
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