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La piñata mexicana: Una historia de arte

La piñata mexicana: Una historia de arte

  • El simbolismo y trascendencia de la piñata en la cultura mexicana
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Las piñatas son el complemento más dinámico en las festividades navideñas mexicanas, conocidas como “posadas”. También se acostumbran en fiestas infantiles, con distintas figuras. Los colores y formas que componen la piñata atestiguan simultáneamente tradición, arte, fuerza y encanto. Actualmente, las circunstancias por COVID-19 restringen dichos eventos entre amigos y familiares. Sin embargo, cabe resaltar la responsabilidad cultural y ecológica que transmitimos cuando partimos la piñata. Estos aspectos interesantes sobre ella, la convierten en una obra de arte marcada por la fugacidad.

La trascendencia de la ruptura

La piñata navideña tradicionalmente tiene una olla de barro como base, (también se elaboran de papel maché); y siete picos de cartón representando los siete pecados capitales. La mezcla de formas emula el brillo de una estrella. Rellena de dulces y frutos, se cuelga y al ritmo de una ronda; por turnos se rompe a golpes con los ojos vendados, hasta ver su interior regado por el piso. El quebrarla representa la lucha contra los pecados y su recompensa posterior. Aunque es considerada como una diversión infantil, participan en ella a cualquier edad. Son vendidas en dulcerías y puestos de artesanos, algunos ofrecen el palo de madera decorado para tal fin.

Piñata: su origen proviene del italiano pignatta, qué significa “olla”.

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Nombre explicable por la semejanza de las ollas antiguas con las piñas del pino. Históricamente, México desconocido y la Secretaría de Relaciones Exteriores; la describen como herencia china llevada a Europa por Marco Polo, pasando después por Italia y España; ligada a las conmemoraciones de cuaresma. Fue traída a México por los franciscanos durante la evangelización cristiana. Asimismo, aztecas y mayas decoraban y rellenaban vasijas con frutos; las colgaban y las rompían. Años y mezclas conforman el espectáculo de curvas y picos que reconocemos como la piñata; belleza destinada a la fractura.

En el arte plástico popular mexicano, abundan ejemplos de piezas concebidas para una duración limitada; las alcancías de barro, calaveras de azúcar, máscaras para distintas ceremonias, el papel picado, y la piñata. Todos son parte del ritual de celebraciones específicas. Son elaborados con sentido estético, existe armonía entre el diseño, forma y color; pero en el esmero se encuentra la conciencia de la inevitable destrucción. La propuesta estética está determinada por su contexto temporal.

Su fuerza individual proviene de su influencia como pieza colectiva. Es decir, la piñata persiste al tiempo porque se registra en nuestra memoria por medio de la experiencia; la recordamos por haber visto y quebrado una. Una vez consumida, su significado recae en la siguiente generación.

¿Por qué consumimos arte destinado a romperse?

Establecemos conexión corporal con la piñata basaba en la certeza del golpe. Para muchos, es una experiencia divertida que implica intuición y fuerza; para otros, una práctica agresiva impuesta a los niños, la ley del más fuerte. En ambos casos, se privilegia la pericia del encontronazo, y con ello, la recompensa merecida.

Hay una constante en el proceso destructivo cuando se trata de arte efímero popular. Máscaras, alcancías y piñatas por igual se inmolan en el desenlace de su periodo de uso. El mexicano aprende desde joven que el esfuerzo, el dolor y muchas veces también el desapego, son parte del aprendizaje y del camino para obtener lo deseado. Se sacrifica el festín brillante ante la posibilidad de la obtención del relleno dulce.

No obstante, en ocasiones el esfuerzo no se recompensa y no se recoge gratificación alguna, o estos no son de nuestro agrado. Seguimos consumiendo estas manifestaciones como responsabilidad ritual, e inconsciente, del compromiso que mantenemos con la esperanza.

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El arte mexicano sustentable

La piñata se adhiere a los retos ecológicos del presente desde la sustentabilidad de su elaboración. Debajo del papel colorido se encuentran prácticas sustentables tradicionales como el papel maché y, aunque cada vez en menor medida, el barro. La piñata da vida al archivo muerto, el periódico en desuso, a los cartones viejos de una caja gracias a la mezcla de harina con agua. Una vez usada puede volver a las materias primas, o consumirse en el ciclo de degradación del barro y el papel. Su hechura le asegura la durabilidad y gracia que necesita para guiar a sus peregrinos feroces.

Conclusiones

Mantener vigente el consumo de la piñata mantiene un sector económico que por generaciones abre la puerta al diálogo cultural que México mantiene con sus regiones y otros países. La piñata como concepto general es uno de los ornamentos que mejor resume el vínculo mexicano con los otros, uno en forma de la influencias históricas, y otro, en forma de influencia mediática. La piñata, como otras muestras de arte popular, escucha y recoge moldes de su contexto, se adapta y se reinventa.

En formato, la piñata se mueve con la velocidad de la globalización. En representaciones artísticas como esta, la fugacidad de su tiempo de existencia permite una mayor flexibilidad de modelos a elegir porque atrae simultáneamente su respeto a la tradición y su inclinación por la novedad. Hoy en día, sus variantes se presentan con mil caras salidas de la red. Su captura del momento actual refresca la mirada del espectador y sus días contados coinciden con las modas que elige seguir.

En este contexto, la estrella navideña de siete picos se ha consolidado como la marca e imagen simbólica de su función. Incluso se ha trasladado al lenguaje, pues cualquiera que cuelga es piñata. Deseamos que siga columpiándose, pues sus regalos nos esperan; porque: «No quiero oro // no quiero plata. // Yo lo que quiero // es romper la piñata”.

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