Comunicadora de ideas que merecen ser contadas.
Lejos de actuar como un puente entre diferentes culturas, la primera Copa Mundial de Fútbol organizada por un país musulmán árabe ha terminado con la recriminación y la falta de sensación, menos una celebración del poder y el alcance del deporte que una exhibición de sus límites.
En lugar de brillar la imagen de Qatar en Occidente en estos tiempos globalizados, pero polarizados, parece haberla empañado. Dentro del pequeño y fabulosamente rico estado de la península, que juega un papel extremadamente activo en el escenario mundial, el tambor de las críticas ya no se interpreta como perplejo y frustrante, sino como algo nacido de los celos y el racismo. Fuente: The guardian.
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