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Sobreviviendo al COVID-19 desde China: El epicentro de la pandemia

Sobreviviendo al COVID-19 desde China: El epicentro de la pandemia

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Esto es lo más interesante

Yo vivo en China y me enteré de la existencia del coronavirus hasta el 3 de Enero 2020, por un familiar que vive en México.
Creí lejano el problema cuando recién me enteré, porque vivo a 16 horas en carro de Wuhan.
La tecnología en China ha sido pieza fundamental en la lucha contra el Coronavirus
En China ya estamos viendo la luz al final del túnel, ciudadanos y gobiernos hemos sido muy estrictos siguiendo el protocolo de sanidad para salir de ésta.

Vivo en China desde hace 3 años, y acabo de pasar los dos meses más desesperantes y angustiantes de mi vida. Los medios nos bombardeaban con información sobre el COVID-19, las imágenes y videos de gente enferma y muriendo no paraban de llegar, la economía en paro total, y el obsesivo conteo de los infectados y fallecidos aumentaba cada hora. Estábamos sumergidos en una paranoia, que a mi ver, era bastante justificada. 

Yo me enteré de toda esta situación el 3 de enero, recuerdo bien la fecha ya que un familiar que es doctor en México se enteró del virus recién descubierto en China.  Me dijo que había una nueva neumonía de causa desconocida en Wuhan, palabras más, palabras menos. Ya había 44 casos confirmados y 120 personas en cuarentena. Recuerdo perfecto haberme ido directo al mapa de mi celular y buscar la ubicación de Wuhan “Estamos muy lejos” pensé, yo vivo en Suzhou, a casi 16 horas en auto “todo bien” me olvidé del asunto.

No fué hasta el 20 de enero que volví a escuchar sobre el tema en uno de los grupos de expatriados. 17 muertos a causa del ya bautizado Coronavirus, 599 casos confirmados y 393 sospechosos. Sin embargo seguía tranquila “Wuhan está muy lejos, no creo que llegue hasta acá”

Quiero que mi experiencia sirva para evitar que la pandemia del Coronavirus avance

Letrero No trespassing

En mis redes sociales tengo hartos a mis amigos y familiares desde que se desató la pandemia del COVID-19 en Occidente, especialmente en México. No dejo de preocuparme por la inconsciencia en la que viven y del cómo ignoran el tema a pesar de ver tantas noticias compartidas, videos, imágenes y cartas escritas por los afectados. La población sigue haciendo su vida como si nada pasara y ni qué hablar de nuestras autoridades.

He intentado hacerles ver por todos los medios posibles lo que nosotros pasamos acá. No quiero alarmarlos, mi intención solamente es crear conciencia, pues mientras más rápido tomemos cartas en el asunto, más pronto acabará toda esta pesadilla. Créanme, no han sido meses fáciles.

En China también fuimos incrédulos, al principio no creíamos en el peligro del COVID-19

Imagen mascara

Es cierto que al principio no lo creíamos y teníamos nuestras dudas, pensábamos que no llegaría a Suzhou, estamos 16 horas en auto de Wuhan. Sin embargo el primer caso de COVID-19 se reportó en la ciudad y el miedo empezó a expandirse como la pólvora. El primer día ya había desabasto de cubrebocas, desinfectantes y vitamina C, afortunadamente nosotros teníamos todo eso en casa.

Y así sin más le pusimos un FRENO a nuestra vidas «normales»

Está claro que a partir de ese momento no podíamos hacer nuestra vida normal. Se declaró cuarentena obligatoria en Suzhou y las vacaciones de Año Nuevo chino se alargaron tres semanas más. Las empresas no operaban, nadie iba a trabajar, las reuniones con amigos se postergaron, no había gente haciendo ejercicio, ni siquiera salían a caminar. La mayoría de los espacios públicos estaban cerrados, solo los supermercados seguían operando con un horario reducido y estrictas medidas de prevención. La policía rondaba por las calles y fraccionamientos con altavoces dando instrucciones a todos de no salir de su hogar. Para salir de casa, hasta hoy día, nos dan pases de salida con fecha y hora, apuntan nuestros datos, edificio y departamento. Al volver revisan el pase, nos toman la temperatura y de nuevo registran nuestros datos para entrar a casa.

No se podía salir a la calle sin cubrebocas, en mis bolsillos siempre traía dos desinfectantes que de tanto en tanto tocaba; era curioso como esas pequeñas botellitas me daban tanta tranquilidad. Desinfectarme las manos se había vuelto un nuevo tic, tenía las manos escocidas de tanto alcohol, me desinfectaba cada vez que tocaba algo, presionaba los botones del elevador con el codo y si se podía empujaba las puertas con mi hombro con tal de no tocar nada que estuviera contagiado por el COVID-19. Caminaba por las calles a casi dos metros de otras personas y si por mí fuera habría andado por la vida envuelta en plástico. En mi mente me imaginaba una burbuja alrededor de mí, que si alguien la tocaba se reventaría y el virus podría infectarme. 

Ya no quería saber nada acerca del Coronavirus, pero la realidad me alcanzó

Llegó un punto en el que quería dejar de ver las noticias y los grupos de WeChat. Los infectados y fallecidos no dejaban de aumentar, cada vez confirmaban más casos fuera de Hubei, los hospitales estaban colapsados, los centros de confinamiento a tope, los doctores se estaban enfermando y de repente falleció el primer médico que alertó sobre el virus. 

El COVID-19 había monopolizado todas las conversaciones y redes sociales. Se me apachurraba el corazón cada vez que veía algún video de los centros de confinamiento llenos de gente enferma o de los doctores y enfermeras rapándose la cabeza para poder usar más cómodamente los trajes de protección que llevarían durante horas. 

La verdad de lo que pasaba en China en los peores momentos del Coronavirus

En una ocasión, en uno de los grupos de Wechat, nos compartieron un video desde Wuhan. Ya habían pasado algunas semanas desde que se declaró a la provincia completa en cuarentena, las medidas allá eran mucho más drásticas y severas. Ante la incertidumbre de no saber cómo acabaría aquella situación, enclaustrados en su propia ciudad todos gritaban al unísono “Jia You” (ánimo); desde sus ventanas miles de personas se alentaban los unos a los otros, mientras que los infectados y fallecidos subían por cientos cada día. Ese video me hizo entender lo grave de la situación en esa ciudad y lo mal que lo estaban pasando. Se me puso la piel de gallina y no pude evitar llorar, la situación nos estaba sobrepasando, había gente real muriendo, y sus familiares no podían estar con ellos en sus últimas horas, ni despedirse, mucho menos velarlos. 

Los noticieros de occidente empezaron a difundir terror sobre lo que pasaba en China y los mensajes de preocupación no dejaban de llegar. Las fake news circulaban por todas las redes sociales y los videos sacados de contexto no pudieron faltar. La xenofobia se hizo presente en América Latina, Estados Unidos y Europa. Sentía coraje y tristeza, al mundo le faltaba empatía y seguía machacando a un país en desgracia y a una población devastada.

La solidaridad de la gente en China es admirable

Este ha sido mi hogar durante 3 años, me ha dado mucho más de lo que pude imaginar y me dolía su agonía. Más me dolía el desdén con el que se trató el tema a nivel mediático en el extranjero, de cómo señalaban y culpaban a China de mil teorías conspiranoicas. Sin embargo, también existía el otro lado de la moneda, había gobiernos enviando apoyo y algunas ONG se organizaban para enviar mascarillas a Wuhan. Las provincias menos afectadas de China recaudaban alimentos y utensilios médicos para enviarlos a Hubei y algunas empresas donaron equipamiento para los hospitales.

Pasaron algunos días y poco a poco nos íbamos acostumbrando al confinamiento. Suzhou era como una ciudad fantasma, ya no estaban los vendedores ambulantes, los negocios estaban cerrados, las escuelas sin estudiantes, los autobuses circulaban vacíos y hasta el metro de la ciudad estaba en cuarentena. El ambiente agradeció el respiro y los primero días de marzo vimos los cielos más azules en mucho tiempo. Fue entonces que entendí que China estaba tomando cartas en el asunto, y que por primera vez este sistema de partido único jugó a nuestro favor. La gente cumplía las órdenes a rajatabla, nadie salía, nadie se movía, aunque estoy segura que nadie tenía ganas de hacer lo contrario.

China por fin está viendo la luz al final del túnel

imagen puerta entre abierta

Después de casi tres meses “estamos bien” con un saldo de 81mil infectados, más de 3mil fallecidos y una provincia completa aún en cuarentena. A pesar de los esfuerzos y subvenciones del gobierno, algunas empresas no resistieron y tuvieron que cerrar sus puertas. La economía se reactivó al 30%, el yuan tuvo una fuerte devaluación frente a las principales monedas y estamos próximos a recibir una crisis mundial, pero como dicen en México “lo importante es que hay salud”. 

Parece que China por fin comenzó a ver la luz al final del túnel, y toda esta situación comienza a controlarse. Tenemos algunos días sin ningún contagiado en Suzhou, con saldo blanco en la provincia, todos los confirmados por COVID-19 se curaron. 

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Ya estamos de vuelta a la realidad en China

La ciudad vuelve a cobrar vida y las empresas poco a poco recuperan su ritmo de trabajo. En parte esto se debe a las medidas de prevención que el gobierno tomó para frenar el contagio, así como a la población que también cumplió con su parte; salir lo menos posible de casa, lavarse las manos constantemente, evitar lugares concurridos, no tocarse ojos, nariz o boca con las manos sucias y siempre usar cubrebocas (aquí si era obligatorio).

HealthCode es la APP que se usa en China para poder salir de casa

HealthCode app china para poder salir de casa por covid19

No obstante las medidas de prevención siguen, incluso un tanto más estrictas. Actualmente debemos darnos de alta en una aplicación del gobierno, introducir todos nuestros datos y contestar algunas preguntas. Esta app nos genera un código QR que será nuestro pase de entrada a todos los espacios públicos de manera indefinida. Si tu código es verde puedes pasar, si es amarillo debes quedarte en casa y si es rojo vas directo a un centro de cuarentena.

En China aún no cantamos victoria, la lucha contra el Coronavirus sigue

Aún no dejan salir a nadie de la provincia de Hubei y para salir de Suzhou debes llenar un formulario, registrarte en una página y pasar un test de salud. China tiene miedo de que los casos importados provoquen otro Break Down, por lo que se están tomando medidas drásticas en todos los aeropuertos internacionales. Muchos amigos que por diversas razones tuvieron que salir del país y que al igual que yo tienen su vida en China están teniendo problemas para volver. Cualquier persona que venga del extranjero o de provincias denominadas como “críticas” en automático los declaran en cuarentena por 14 días. En el caso de los extranjeros, dependiendo del país del que provienen harán su estancia en casa con un sensor de movimiento en la puerta o en un hotel que el gobierno dictamine, del cual ellos tendrán que pagar los gastos. Los guardias de las privadas y/o fraccionamientos los visitarán tres veces al día, con la intención de ver cómo están o si han incumplido su cuarentena. En caso de que a alguien se le ocurra interrumpir su confinamiento y salir de casa o del hotel podría enviarlos de regreso a su país en calidad de deportados.

Evita que el Coronavirus avance: haz tu parte como ciudadano y quédate en casa

Si en donde vives aún hay tiempo, quédate en casa, haz cuarentena y evita contagiarte o contagiar a los demás. Si tienes síntomas relacionados con el COVID-19, no te alarmes, lo primero que hay que hacer es acudir lo más pronto a un centro de salud o llamar a las líneas disponibles, ellos te dirán que hacer. Mientras tanto asegúrate de no estar en contacto con otras personas, usa cubrebocas y no lo toques con las manos o lo dejes por ahí, ya que puede ser un foco de infección.

En China se salió de control por falta de información, hubo contagiados rápidamente y los centros de salud colapsaron. En realidad la falta de espacio en hospitales fue uno de los grandes problemas, no había suficiente personal ni medicamentos para tantos casos. Usemos esa información a nuestro favor, no dejemos que se salga de control. 

Mantente en casa, mantente sano.

Desde China, Roxana B.

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