La consulta popular del Yasuní ITT marca un hito en la historia de la democracia ambiental del Ecuador. Fruto del esfuerzo colectivo de la ciudadanía organizada, este 20 de agosto el país podrá decidir si el petróleo del ITT se queda bajo tierra indefinidamente o si se lo explota.
Esto ha traído consigo un fuerte debate sobre la gestión de la economía y el ambiente y la garantía de derechos. Entre tanto, el aceleramiento del cambio climático nos sitúa en un momento histórico sin precedentes y el Ecuador puede convertirse en un referente de la democratización de la política climática.
¿Qué está en juego?
En el próximo proceso electoral, las ecuatorianas y los ecuatorianos no solo decidirán sobre el binomio presidencial y los asambleístas, sino también sobre el futuro del Yasuní. Esto debido a que, en mayo del año pasado, la Corte Constitucional aprobó que se realice la consulta sobre las actividades petroleras en el Parque Nacional Yasuní. En caso de ganar el SÍ, se deberá frenar la extracción de petróleo en un término no mayor a un año. Y en caso de ganar el NO, se mantendrá la actividad petrolera en el sector.
Antecedentes
El gobierno ecuatoriano creó en 2008 la iniciativa Yasuní ITT, esta consistía en que el país se comprometía a dejar en el subsuelo el petróleo del Yasuní a cambio de una compensación internacional. Pero tras una fallida campaña, en 2013, se decidió explotar el petróleo del Parque Nacional. En ese año nació el colectivo Yasunidos, para plantear una consulta sobre el futuro del petróleo en el ITT.
Sin embargo, en una decisión declarada posteriormente fraudulenta, el Consejo Nacional Electoral desechó 400 mil de las 757 mil firmas recogidas por el colectivo. Ante eso, en 2019, el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social declaró que se violó los derechos de participación de los firmantes y los solicitantes. Y en 2022, la Corte Constitucional declaró la vulneración de derechos y se retomó el trámite de la consulta. Entonces, después de 10 años se da paso al derecho ciudadano de decidir sobre el futuro de un territorio primordial de su país.
Importancia ambiental
El Parque Nacional Yasuní es una de las zonas con mayor diversidad por metro cuadrado del planeta, para dimensionar, en el coexisten 153 especies de anfibios; 121 especies de reptiles; 597 especies de aves; 176 especies de mamíferos y 500 especies de peces. Concentra la tasa más alta de biodiversidad del bioma amazónico y es hogar de un considerable número de especies amenazadas y endémicas regionales. Además, fue declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO.
Conservar esta riqueza ambiental resulta trascendente para evitar un punto de no retorno en la Amazonía. Además, el IPCC señala que los ecosistemas naturales han absorbido alrededor del 54% de las emisiones de CO2 (de origen humano) en la última década. Por eso, de conservarse esta zona, la ciudadanía iniciaría el camino hacia una economía post extractivista, algo fundamental para cumplir con la meta de mantener la temperatura global por debajo de 1.5 grados.
¿Quiénes viven en el Yasuní?
En la zona coexisten Waorani, Kichwas, Shuar y mestizos; y también habitan los pueblos en aislamiento voluntario Tagaeri y Taromenane. Cabe destacar que su vida está precautelada por múltiples herramientas constitucionales. En ese sentido, el destino del Yasuní no sólo es una decisión económica y ambiental, sino de derechos de los pueblos.
Entonces ¿Qué hay atrás de la consulta?
El debate sobre el futuro del Yasuní plantea una disyuntiva a diversos niveles. En principio, la decisión se sitúa sobre la consideración de intereses económicos a corto plazo y evaluar las alternativas económicas ecológicas. Asimismo, hay un choque entre dos visiones de mundo: una mirada que considera al territorio netamente como posibilidad de explotación y otra mirada que mira al territorio como una riqueza incuantificable.
Y, por último, hay un cuestionamiento al modelo de desarrollo, seguir en la economía extractivista, excluyente y lineal o buscar una economía sostenible, inclusiva y climáticamente inteligente. En todo caso, lo indiscutible es que se está abriendo el camino hacia una regeneración de nuestra forma de entender a la naturaleza y la democracia.
