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Tres historias de pérdidas durante el embarazo: Parte I

Tres historias de pérdidas durante el embarazo: Parte I

  • Rocío nos comparte su experiencia después de perder un embarazo, una mirada íntima a una vivencia compleja y profundamente personal.
Tres historias de pérdidas durante el embarazo Parte I

Rocío: Sufrir en silencio y con culpa de un embarazo no planeado 

Aunque la pérdida de un bebé durante el embarazo es más común y frecuente de lo que se piensa, sigue siendo un tema tabú en todo el mundo. Las mujeres que pasan por este doloroso evento suelen sentir vergüenza y culpa. Pocas veces reciben la atención médica y psicológica adecuada.   

El aborto natural es la causa más frecuente de pérdida de un bebé durante el embarazo, de acuerdo con la Fundación March of Dimes, una organización dedicada a la salud materna e infantil; entre el 10% y el 15% de las mujeres que saben que están embarazadas sufren de un aborto. Un aborto natural sucede cuando un bebé muere antes de la semana 28 de embarazo y la muerte prenatal cuando muere después de las 28 semanas.  

En este artículo te presentamos la primera de tres historias de mujeres que alzan la voz para dar a conocer cómo vivieron este difícil capítulo de su vida. Esta es la historia de una mujer jóven, que no contaba con las herramientas para afrontar y superar este suceso, pero que poco a poco ha logrado sobrellevar su pérdida y seguir adelante.  

Descubriendo un embarazo inesperado

Rocío Acosta actualmente tiene 32 años y es arquitecta de profesión, aunque la mayor parte de su tiempo lo dedica a las labores del hogar. Actualmente, está casada y tiene dos hijos, el mayor tiene 3 años y la menor 1 año y medio. Hace 11 años perdió un bebé, que no había planeado, cuando cursaba los últimos semestres de la universidad. 

Tuve algunos días de retraso y entonces mi pareja compró la prueba que salió positiva. Cuando nos enteramos entramos en pánico, lo primero que pensé fue: “me van a matar mis papás”. Ellos eran muy tradicionalistas, me dijeron que nunca iban a permitir algo así. 

Mi pareja, que ni siquiera era mi novio, me pidió que nos tranquilizáramos y fuéramos viendo qué pasaba. A pesar de que ambos éramos de familias con ciertos privilegios, yo nunca había ido al ginecólogo y no fuimos al doctor tras enterarnos del embarazo. Lo que sí hice fue dejar de fumar y tomar, estábamos a finales de semestre y por esas épocas yo me estresaba y fumaba o tomaba, y lo dejé de hacer por el embarazo. 

La pérdida y la culpa

Pasó el tiempo y un día me empecé a sentir muy mal, le dije a mi pareja que me llevara al doctor, mis papás no estaban. Comencé a tener sangrados muy fuertes y entonces fuimos a una clínica de monjitas, en donde me atendió un doctor que yo ni conocía. 

En ese momento tenía como 8 o 9 semanas de embarazo. Sentí cuando expulsé a mi bebé y lo envolví en papel de baño, en el hospital pedí que me dieran una bolsita, ahí lo guardé, me lo llevé, después lo incineré y lo guardé en una cajita.  

Me hicieron un ultrasonido vaginal, el bebé ya se había desprendido por completo. Me hospitalizaron y mi pareja les habló a mis papás y a los suyos. Mis papás fueron al hospital,  se portaron completamente diferente a como me imaginé, yo creo que me vieron muy triste y con mucha culpa. 

Yo me sentía muy mal, con mucha culpa, me arrepentí mucho de no haber ido a ver al doctor antes. A pesar de que no se trataba de un bebé planeado, ni eran las mejores circunstancias, fue una experiencia súper dolorosa para mí.  

Violencia obstétrica durante el embarazo

Después de haber perdido al bebé en el hospital, el doctor, las enfermeras y mis papás me preguntaron qué me había tomado para perder al bebé, yo no me había tomado nada, fue un aborto espontáneo, pero nadie me creía.  

Sufrí de violencia obstétrica, el doctor no me consultó nada, les dijo directamente a mis papás y a Javier, mi pareja, que me iba a hacer un legrado. Me hicieron contar y después sentí un dolor indescriptible, no tan grande como un parto, pero sí muy feo. Después de que me desperté le dije a la enfermera que me dolía mucho y me dijo que no hiciera tanto ruido porque había personas que sí estaban dando a luz.

Una vez en el cuarto me sentí súper espantada con mucho dolor físico y ya no quise decirles nada a las enfermeras. Hasta que tuve a mi segundo bebé me di cuenta de que en mi primer embarazo sufrí de violencia obstétrica, me trataron como si mereciera perder a mi bebé, yo hubiera dado todo por quedarmelo a pesar de la situación.

Algunas parejas se fortalecen y se unen tras una pérdida

Tiempo después me llevaron a mi casa, y yo me la pasaba llorando. No terminé el semestre, me la pasé encerrada y mi novio me iba a visitar todos los días, yo solo lloraba, aunque soy del tipo de persona que casi no llora. El transitar por esa pérdida sin haberla planeado nos unió a mi pareja y a mí. 

Ahora pienso que a mi niño no le hubiese faltado nada, pero esta experiencia nos hizo convertirnos en los padres que somos hoy. Yo diría que al día de hoy no lo he superado, aún pienso en nuestro bebé, en los años que tendría.   

Javier también la pasó súper mal, pocas veces lo he visto tan devastado como en esos meses. Su acompañamiento fue de mucha impotencia y preocupación por mí. Él se metió al gimnasio para mitigar el dolor.

Toma mucho tiempo hablar del tema

En mi casa tenían unas formas de ser muy militares, perdí el semestre y me pagaron el siguiente para que terminara la carrera, pero me advirtieron que debía dejar el relajo y no dijeron la verdad de lo que pasó en la escuela. 

Mi mamá inventó que me habían operado de no sé qué. Yo solamente le conté a una amiga cercana como estuvieron las cosas, y por mucho tiempo no se tocó el tema. Hicimos un pacto de no decirle a nadie. 

Ahora saco el tema y me parece muy normal. Con mi ahora esposo, hasta le pusimos nombre al bebé que perdimos, hemos hablado de enterrar la cajita en la que está incinerado, para no tenerlo aquí en la casa y para cerrar esa herida.  

Varios años después, como unos 6 años, mis hermanos más chicos me preguntaron de qué me habían operado en esa época, y yo les dije la verdad, que perdí un bebé. 

Mi mamá todavía evita el tema, la hace sentir muy incómoda. Mis papás son muy religiosos, alguna vez mi mamá me dijo que perderlo fue un castigo divino, y después de que me vio tan enojada por su comentario ya no lo volvió a decir.   

Los siguientes embarazos se viven con miedo 

Meses después de que perdimos al bebé fui con el ginecólogo y me puso un DIU, Javier me acompañó y me pagó la consulta. Los dos nos involucramos en el tema y nos cuidamos desde entonces. Iba a revisiones periódicas con ese ginecólogo, después cambié de ginecóloga, y finalmente me acomodé con otra que fue la que estuvo conmigo cuando tuve a mis bebés.   

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La ginecóloga me dijo que no había ningún problema con que me embarazara, que mi pérdida tenía que ver con que era muy chica y probablemente mis óvulos no estaban maduros, eso me ayudó a hacer las paces con las culpas del castigo divino. 

No me hicieron estudios especiales, solo me quitaron el DIU sin ningún problema. Me dijeron que tenía que esperar tres meses para no tener otra pérdida, y a los tres meses, después de dos intentos, quedé embarazada. 

El camino hacia la curación emocional

Viví el segundo embarazo con mucho miedo, de que lo fuera a perder, los primeros tres meses fueron una agonía brutal, tuve amenaza de aborto, me mandaron reposo total por un mes y progesterona, una dosis considerable. El nacimiento fue parto natural, solo se complicó un poco porque se enredó el cordón. 

A nuestra última hija no la planeamos, yo seguía amamantando y no pensé que fuera a quedar embarazada, ni me di cuenta de mi retraso. También tuve miedo de perderla, pero ya estaba más relajada. 

Cuando decidimos que queríamos tener otro bebé, meses antes quise ir a terapia, no fui tras perder a mi primer bebé. Fui porque no quería pasar mis traumas a mis hijos, quería sanar lo mejor que se pudiera antes de ser mamá. 

Hace poco dejé la terapia, pero me ayudó muchísimo. Después de que nació mi segundo bebé empezó el COVID, tenía mucho miedo de que mi hijo se fuera a morir, no podía dormir, una semana dormí 20 minutos por el estrés de la muerte de cuna. Ya con mi última hija no me daba tiempo de estar vigilándolos todo el tiempo, y me relajé.

Encontrar un espacio y lugar seguro da mucha fuerza 

En su momento no fui a un grupo de apoyo para personas que perdieron bebés, pero cuando me embaracé por segunda vez fui a “Casa Korú” que es un lugar en donde dan cursos prenatales y postparto para mujeres y parejas. Me ayudó mucho a estar informada, fue lo mejor que me pudo pasar porque me abrió el panorama de que hay muchas formas de ser mamá, que no solo se trata de dar a luz. 

Me ayudó a quitarme tabús y me dio más fuerza. Fue un grupo de apoyo y una escuela para ver la vida diferente y capacitarme. Me dio las herramientas para poder dar a luz y estar preparada para todo lo que viene después.  

Si hoy pudiera ir a un grupo de apoyo que tuviera que ver con perder a un bebé, me gustaría que fuera un espacio para parejas que pudieran hablar de estos temas como familia, que ayudarán a dar fuerza para transitar la pérdida. Ya que se trata de un momento de absoluta soledad, solo compartido por la pareja, es algo muy privado. 

Cada hijo es único e irremplazable. Duele demasiado perder a un hijo, pero se puede salir de eso, hay que vivir el duelo, no hay que dejar que los juicios de los demás te afecten. Me hubiera gustado que no me vieran con lástima, que no me dijeran que la vida me dio otra oportunidad y poder llorar sin sentir culpa. 

Rocío Sufrir en silencio y con culpa un embarazo no planeado 

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