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Tres historias de pérdidas durante el embarazo: Parte II

Tres historias de pérdidas durante el embarazo: Parte II

  • Alma nos comparte su experiencia después de perder un embarazo, una mirada íntima a una vivencia compleja y profundamente personal.
Tres historias de pérdidas durante el embarazo Parte II

Alma: No rendirse después de perder dos bebés

Aproximadamente el 80% de las pérdidas de un bebé durante el embarazo suceden antes de la semana 12 de gestación. Aunque este hecho es conocido por los médicos y por muchas de las mujeres que se encuentran embarazadas y que cuentan con atención médica, no deja de ser una experiencia muy dolorosa y difícil de afrontar para todas las mujeres que pasan por esto.  

Esto sucede porque durante las primeras semanas del embarazo se produce la división e implantación del óvulo fecundado, y se forman las primeras estructuras y órganos vitales del bebé. En este periodo el embrión es muy susceptible y por eso existe un mayor riesgo de aborto.  

Muchas veces las causas de un aborto precoz no siempre llegan a determinarse, e incluso hay ocasiones en las que las mujeres sufren más de un aborto espontáneo. Esto fue lo que le sucedió a Alma Camargo, a continuación te presentamos su historia.

La inesperada pérdida del primer embarazo

Alma actualmente tiene 71 años y es ama de casa. Hace aproximadamente 40 años perdió dos bebés durante el embarazo, hasta que finalmente logró concebir al tercero hace 37 años. Nos cuenta cómo vivió estas difíciles experiencias y cómo fue que no perdió la esperanza. 

En 1983, yo tenía dos años de casada y trabajaba en un banco, fue cuando me enteré que estaba embarazada. Faltaba poco para que cumpliera tres meses de embarazo cuando perdí a mi bebé. En ese momento no le habíamos contado a nadie, ni mi esposo ni yo, porque no recomiendan dar la noticia antes de los tres meses. 

Una mañana me metí a bañar y empecé a sangrar, de inmediato le dije a mi esposo que me llevara al hospital. Él me llevó al Hospital Londres, que era al que yo tenía derecho como prestación del banco en el que trabajaba. 

Llegamos a urgencias, me revisó el doctor y me dijo que definitivamente me tenía que hacer un legrado. Mi esposo estuvo todo el tiempo a mi lado, y sin más explicaciones me hicieron el legrado. 

Después de unos días en el hospital, me llevaron a mi casa y me quedé como un mes de incapacidad en casa. Durante ese tiempo tuve muchos cuidados, tenía que comer bien y descansar, para recuperarme físicamente de la pérdida y del legrado.

El difícil regreso a la “normalidad”

Después regresé a trabajar, metí todos los papeles que me pidieron para tramitar mi incapacidad y eso hizo que varias personas se enteraran de lo que me pasó. Yo hubiera preferido que las personas de mi trabajo no se enteraran, pero se corrió la voz, aunque nadie me preguntó sobre la pérdida directamente porque sabían que soy muy reservada con mis cosas. 

Cuando estaba embarazada, como ya casi cumplía los tres meses de embarazo, hice algunas chambras y cosas para el bebé. Cuando lo perdí me deshice de todo lo que había tejido, ya no lo quise volver a ver, me dolía mucho, y la vida tenía que continuar. 

Fue muy dolorosa la experiencia, siento que viví mi duelo sola. A mi esposo también le dolió mucho, lo llegamos a hablar, pero una mujer lo siente más porque el bebé está dentro de su cuerpo. 

Se repitió la misma dolorosa historia

La segunda pérdida sucedió en 1984, yo tenía 32 años. Ya habían pasado algunos meses de mi primera pérdida, en ese tiempo había pedido un cambio de puesto en el banco, ya no quería estar en sucursal y me mandaron al centro operativo. Tenía menos carga de trabajo en ese puesto. 

Cuando me enteré de que estaba nuevamente embarazada; a los dos: a mi esposo y a mí, nos dio mucho gusto. Me pasó todo igualito que la primera vez, me estaba bañando y ocurrió un sangrado, más abundante que la vez anterior, en ese momento yo tenía como dos meses de embarazo.

Mi esposo me llevó al hospital y pasó lo mismo, me hicieron otro legrado y fue devastador. Según yo, los dos bebés que perdí eran niños, pero ya no estoy segura.

En ese momento me sentí fatal, piensas cuántas veces voy a pasar por esto. Las mujeres nos sentimos más vulnerables en esta situación, empiezas a sentir culpa y mucho miedo de que vuelva a pasar lo mismo.  

Yo no quería desistir, pero también pensé en que ya no quería tener hijos, estaba sufriendo. En el segundo embarazo no tejí ya nada, por el mismo miedo de perder al bebé.

Mi esposo se quedó unos días conmigo, después regresó a trabajar y yo me volví a quedar sola. Pasé varias semanas de incapacidad en la casa para recuperarme de la pérdida.

El último intento

Después de esta segunda pérdida, mi esposo y yo platicamos llorando y devastados, de si  íbamos a hacer un tercer intento. Decidimos intentarlo nuevamente, pero yo le dije de forma contundente que si algo pasaba ya no íbamos a intentar más. Pienso que yo era la que sufría más porque era mi cuerpo y yo no sabía qué me estaba pasando. 

Tras la segunda pérdida me hicieron muchas pruebas y análisis para determinar qué era lo que sucedía, pero no se supo por qué yo no retenía a los bebés. 

Tiempo después de que me reincorporo al trabajo empiezan a despedir a mucha gente en el banco. Como yo trabajaba en el área de Recursos Humanos, le pregunté a mi jefe si mi nombre estaba en las listas de despidos y me dijo que no. Yo le pedí que pusieran mi nombre en las listas porque no quería renunciar, prefería que me despidieran y me liquidaran, mi jefe así lo hizo. 

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Mientras hacían el trámite, que tomaba tiempo, yo quedé nuevamente embarazada. Eran los primeros días de agosto de 1985. El doctor avaló el día exacto en el que quedé embarazada para que el banco pagara lo correspondiente al embarazo y al nacimiento del bebé, aunque yo ya no estaba trabajando en el banco. 

Un embarazo lleno de esperanza

Solo las primeras semanas de mi embarazo trabajé en el banco, después me quedé en mi casa. El doctor me dijo que este tercer embarazo no era de alto riesgo. Él conocía mis antecedentes y me dijo que se trataba de un embarazo normal, que lo que había pasado ya había pasado, y que mi bebé venía fuerte y bien.   

Dejé de fumar y no quise pasarme todo el embarazo en cama, así que caminaba mucho, comía sano, iba al súper y me mantenía activa, sin excederme. Después de los tres meses de embarazo comencé a tejer. 

Yo tuve mucho miedo durante todo el embarazo, deseaba que por lo menos pasaran los siete meses. Para tener al bebé me querían mandar nuevamente al Hospital Londres, en donde había perdido a mis dos bebés, yo no quise, y luché porque me cambiarán de hospital hasta que lo logré.  

No tuve ninguna complicación en el embarazo, todo fue perfecto, y fue parto natural. Quizá me excedí en mi cuidado por miedo, trate de tener una vida muy tranquila durante el embarazo.

El sueño de tener una familia más grande

Mi esposo alguna vez me dijo que a él si le hubiera gustado que tuviéramos tres hijos, yo le dije que a mí también y que los tuvimos, pero que de eso yo ya no quería hablar. Yo me decidí tan solo a quedarme con el hijo que tuvimos, ya no me quise arriesgar a hacer otro intento y que algo fuera a pasar, no quería que mi hijo se quedará huérfano o que perdiéramos otro hijo. 

Nunca fui a terapia, no hablé con un especialista del tema, ahora pienso que estuvo mal, no haber ido. Siento que yo cargué con todo, porque no sé mi esposo que sentía. Ahora entiendo que es muy importante que las personas hablen con otras, yo me tragué todo sola, no hablé ni con mi mamá porque no quería lastimarla, ni que sufriera. 

Estas cosas tan delicadas no me gusta compartirlas, yo sé que soy una mujer fuerte, y por eso lo viví yo sola, no me gusta que me tengan lástima. Siento que todo lo que se me ha presentado en la vida lo he superado. 

Poco a poco todo se me fue olvidando cuando nació Adrián, creo que hice todo lo posible para olvidarlo, me trate de mantener ocupada. Lo que yo sufrí no me gustaría que lo sufriera otra persona, esas malas vivencias se me borraron cuando vi a mi hijo, y con el tiempo dejó de dolerme. Claro que hubiera querido tener a mis otros dos hijos, pero no fue así. Ahora me doy cuenta que eso me marcó y que me dolió mucho, pero no pensé en ir con nadie. 

A las personas que acaban de pasar por esta situación o que están pasando, yo les recomiendo que busquen ayuda profesional porque se necesita. Yo soy una persona fuerte y por eso creo que no busqué ayuda, aunque sí lloré y lloré mucho, me dije a mí misma que tenía que salir adelante, con o sin la ayuda de mi esposo. Todo esto que me pasó me hizo más fuerte.

Alma No rendirse después de perder dos bebés

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